[…] Dejemos las tinieblas de este mundo.
Lo medular de este Evangelio
nos es sintetizado por San Pablo en su Epístola a los Efesios, también sugerida
a nuestra consideración en este domingo de la alegría: “Antes eran tinieblas,
pero ahora son luz en el Señor” (Ef 5, 8).
Habiendo nacido con el
pecado original, de hecho estaremos en tinieblas para comprender lo
sobrenatural mientras no recibamos la luz de la gracia por el Bautismo. Esta es
incomparablemente superior a la propia luz solar. “Lo que es el sol para el
mundo sensible, lo es Dios para el mundo espiritual: la luz de la justicia, y
de la verdad eterna, de la más elevada hermosura y del amor infinito, de la más
pura santidad y de la perfecta felicidad”, dice el padre Scheeben.
En nuestro apostolado,
esforcémonos en ayudar a los otros a recuperar la vista espiritual, porque de
este modo podrán contemplar los reflejos de la luz divina en la Creación y
ordenar su vida en función de ese Lucero que es Jesucristo y la Santa Iglesia Católica
Apostólica Romana.
Jesús cura milagrosamente al ciego de nacimiento |
Presentándonos este magnífico
Evangelio sobre la luz en el 4° Domingo de Cuaresma, la Iglesia nos proporciona
un particular aliento para avanzar con ánimo decidido en la vida espiritual. A veces
flaqueamos, nos dejamos arrastrar por nuestras malas inclinaciones y sentimos decaer
nuestra perseverancia en las vías de la santificación. En estos momentos,
recordemos la cura del ciego de nacimiento y consideremos que, si Dios permitió
que cayésemos en una debilidad. Él está atento para intervenir a cualquier
momento y restaurar en nosotros la vida divina.
Con las oraciones y la
mediación maternal de la Santísima Virgen, nos encontraremos purificados para
contemplar la luz del Cirio Pascual, símbolo también de esa Luz que nos fue
dada con la Resurrección de Cristo y que nos llega a través de los Sacramentos.
Texto completo: Comentário ao Evangelho – IV Domingo da Quaresma – Domingo Laetare