Entrechoque entre los “tecno evangelistas”, que consideran lo virtual como única coyuntura rumbo al futuro, y los “tecno escépticos”, que lo califican como una desdicha.
El
avance de los medios digitales en la enseñanza ya venía desarrollándose
previamente a la situación que nos ha llevado esta pandemia del covid-19. Se
presentaba una opción toda especial: la llamada educación virtual o la
continuidad histórica de la presencialidad del maestro o profesor.
Verdadero conflicto, polémica cuestión. Entran en escena, además
de pedagogos, psicólogos, psiquiatras, neurólogos, biólogos y, claro,
informáticos. Se produce un entrechoque entre los llamados, singularmente, de
“tecno evangelistas”, que consideran lo virtual como coyuntura única rumbo al
futuro, y los “tecno escépticos”, que la califican como una desdicha.
Lo
online ya se instaló
Tema profundo, adentrémonos en él. La circunstancia es
actual, es lo que ya están viviendo muchos hogares: la educación online, sin presencialidad,
en razón de las normas preventivas vigentes en la mayoría de los países.
Se calcula que unos 1,200 millones de niños, de todo el
mundo, se han quedado sin ir a la escuela, con los efectos que conlleva esta realidad.
Los países más desarrollados pueden enfrentar eso, pero los menos ricos,
llamados de subdesarrollados, tendrán consecuencias muy serias.
La razón es muy simple, el porcentaje de los que tienen
acceso a computadores e internet en sus hogares no es total, llegando, a ser,
al menos en América Latina, un aproximado de 47 %, considerando los niveles
primario, secundario y terciario.
Si la problemática fuese apenas en los estudiantes ya es
grave. Pero, en esta “emerg encia”, observamos que no todos los docentes tienen
los conocimientos necesarios para educar de esta forma, y otros no tienen
acceso a ellos.
Estaremos, en poco tiempo, ante el impacto, desde los
niveles de aprendizaje hasta los índices de deserción escolar. Miles de padres
de familia buscarán otras opciones. La pobreza que amenaza entrar impedirá que
puedan matricular a sus hijos, optando por “economizar”, no enviando a los
niños o jóvenes al colegio y hacer que trabajen para sustentar los hogares.
Todo esto dará más un aumento de la deserción escolar. Datos de una encuesta
realizada en colegios privados de El Salvador considera que en estos momentos,
la deserción asciende a un 20 %, más o menos 44 mil alumnos.
La crisis de salud, los fallecimientos, la pérdida de
empleos, son otros factores que golpean fuerte en las familias, repercutiendo
en el tan importante rubro de la educación. Ni siquiera sabemos cuántos
docentes perderán su trabajo. Se habla que muchos colegios cerrarían sus
operaciones, la falta de medios económicos les hace imposible enfrentar el
recomienzo de las actividades educativas.
Es lo que estamos comenzando a vislumbrar como consecuencias
del día siguiente a que nos ha llevado el covid-19.
Pero, penetremos más en profundidad en esta “polémica” de la
enseñanza virtual, online, a distancia, en casa, a través de una pantalla.
Virtualidad,
¿en desmedro de la calidad?
Desde tiempos viene siendo propuesta la tecnología para dar
un acceso universal a la educación y mejorar la calidad del aprendizaje. A
través del correo electrónico, de la búsqueda de información, de bancas online,
sean en audio, televisión o cine, hasta de videojuegos, se pretende sustituir
la presencialidad educativa.
Numerosos estudios demuestran que la enseñanza virtual no
tiene la misma eficacia. Podrá ser útil para el momento de pandemia que
vivimos, pero considerar que debemos caminar para eso, es discutible.
Si lo vemos del lado de aprovechamiento de los alumnos,
muchos son los datos que nos llegan, como ocurriera en la capital de Illinois,
EE.UU, que debió prohibir el uso del pijama durante las “aulas virtuales”,
estar sentado en la cama, sombreros, anteojos de sol y demás, reflejando las
reglas de períodos presenciales.
Se comprende la norma, pues la desatención –que ya es un problema
serio en las clases presenciales– es más factible estando frente a una pantalla
y sin vigilancia de un adulto.Padre Fernando Gioia, EP
Caricaturas, o memes en internet, circulan mostrando la
completa distracción de los educandos ante el educador en pantalla. Se van, se
esconden, no prestan atención, cortan la comunicación. Y sus padres,
super exigidos por las circunstancias de la casa y del trabajo online, no tienen
condiciones de acompañarlos, se les hace imposible cubrir una función que
normalmente la hace la propia escuela o colegio.
El
imprescindible contacto personal
Factores psicológicos diversos dan lugar a una falta de
entusiasmo, un desinterés por el estudio. Como bien dicen los expertos, el
mundo tecnológico es importante como auxiliar, pero, no sustituye.
Podríamos afirmar, sin temor a ser desmentidos, que los que sufren
más la falta de clases presenciales, que más las añoran, son los más pequeños.
Siguen apareciendo videos que demuestran lo imprescindible del contacto
personal, de recibir el cariño, la función segundo hogar que se vive en las
escuelas, con la presencia de los maestros. Dentro de la flexibilización que
está ocurriendo en ciertos países –entre las primeras medidas– se ha autorizado
a que los maestros visiten en sus hogares a los pequeños. Es que lo virtual,
les guste o no les guste a los “tecno evangelistas”, nos quita la realidad de
la vida. Además del agravante, de perder el convivio social, el deporte, el
contacto con la naturaleza, y, ¡el recreo!, ansiado momento para descargar
energías y tensiones. También, en ciertos niveles sociales, la pérdida de la
alimentación escolar.
Condición angustiosa sufren los niños, pues las relaciones
fueron interrumpidas. Se ha desconsiderado que los seres humanos necesitan del convivio
social como la mejor forma de aprender; es irreemplazable, en línea, es muy difícil
sentirlo. Y más aún, si unificamos la escuela con el hogar, estaremos produciendo
perdurables daños en la psicología de los niños y jóvenes. Una cosa es el lugar
del estudio otra es la propia casa, compartir con su familia, relajarse de la
presión de horarios, clases, etcétera. Cada lugar tiene su papel en una sociedad
armónicamente organizada.
Viendo las pantallas sustituyendo, no solo la presencialidad
–de tener el maestro o profesor a su lado– sino también, la tiza y el pizarrón,
nos preguntamos: ¿presencial o virtual?, ¿lápiz o teclado?, ¿papel o pantalla?
Interesante y controvertido tema a profundizar en algún otro artículo...
Se autoriza su publicación citando la fuente.
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