Con motivo de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo apóstoles, que se celebra el 29 de junio transcribimos algunas consideraciones del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira* sobre la figura del Romano Pontífice:
«Todo cuanto hay en la Iglesia de santidad, de autoridad, de
virtud sobrenatural, todo, absolutamente todo esto sin excepción, ni condición
ni restricción, está subordinado, condicionado, dependiente de la unión a la
Cátedra de San Pedro. Las instituciones más sagradas, las obras más venerables,
las tradiciones más santas, las personas más insignes, en fin, todo lo que más
genuina y soberanamente pueda expresar al Catolicismo y adornar a la Iglesia de
Dios, todo esto se vuelve nulo, maldito, estéril, digno del fuego eterno y de
la ira de Dios, si se aparta del Romano Pontífice. Conocemos la parábola de la
vid y los sarmientos. En esa parábola, la vid es Nuestro Señor, los sarmientos
son los fieles.
Pero como Nuestro Señor se unió de manera indisoluble a la
Cátedra Romana, se puede decir con total seguridad que la parábola sería
verdadera entendiéndose la vid como la Santa Sede y los sarmientos como las
varias diócesis, parroquias, órdenes religiosas, instituciones particulares,
familias, pueblos y personas que constituyen la Iglesia y la Cristiandad. I
Todo esto sólo será verdaderamente fecundo en la medida que tenga una íntima,
calurosa, incondicional unión a la Cátedra de San Pedro».
“‘Incondicional’,
decimos, y con razón. En moral, no hay condicionantes legítimas. Todo está
subordinado a la grande y esencial condición de servir a Dios. Pero, dado que
el Santo Padre es infalible, la unión a su infalible magisterio [únicamente]
puede ser incondicional.
Estatua de San Pedro, Basílica de San Pedro, Vaticano. |
«Por esto, es signo de vigor espiritual de los fieles una
extrema susceptibilidad, una vibrátil y vivaz delicadeza con todo lo referido a
la seguridad, gloria y tranquilidad del Romano Pontífice. Después del amor a
Dios, es éste el más alto de los amores que la Religión nos enseña. Un amor y
el otro hasta se confunden. Cuando santa Juana de Arco fue interrogada por sus
perseguidores, que querían matarla, y para esto buscaban hacerla caer en algún
error teológico por medio de preguntas capciosas, ella respondió: ‘En cuanto a
Cristo y a la Iglesia, para mí son una sola cosa’.
Y nosotros podríamos decir: ‘Para nosotros, entre el Papa y
Jesucristo no hay diferencia’. Todo lo que se relaciona con el Papa se
relaciona directa, íntima e indisolublemente con Jesucristo« [1].
[1] CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. A Guerra e o Corpo Místico, em
«O Legionário», de 16/4/1944.
Fuente: Revista Heraldos del Evangelio, Junio 2008, n. 59.
[*] Maestro y formador de Monseñor João S. Clá Dias, el fundador de los Heraldos del Evangelio.
Se autoriza su publicación citando la fuente.
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