Corpus Christi -- o la Solemnidad del Cuerpo de Cristo
-- es una festividad que conmemora la institución de la Eucaristía el Jueves
Santo, destinada a tributar al Pan del Cielo un culto público y solemne de
adoración y reparación.
La historia de esta Solemnidad se remonta al siglo XIII, y para su institución contribuyeron dos acontecimientos extraordinarios: las visiones de Santa Juliana de Cornillon en Lieja, Bélgica, y el milagro eucarístico de Bolsena, en las cercanías de la ciudad italiana de Orvieto.
Santa Juliana de Cornillon (1193-1258) fue una religiosa cisterciense que
tuvo frecuentes revelaciones místicas. Algunas de sus visiones sobrenaturales,
ricas en símbolos sugestivos, le llevaron a la convicción de que faltaba en el
calendario litúrgico una fiesta que avivara en los fieles la fe en el Santísimo
y que reparase las faltas cometidas contra ese adorable Sacramento. Puso todo
su empeño en alcanzar ese objetivo, contando con el apoyo de personalidades
católicas de su tiempo como el Arcipreste de Lieja, Jacques Pantaleón,
confidente de la santa, que fuera más tarde Papa con el nombre de Urbano IV.
A este Papa le cupo la gloria de instituir la celebración del Corpus. En
1264 publicó la bula “Transiturus de hoc mundo” instituyéndola, mientras
condenaba, en la propia bula, la herejía de Berengario de Tours que cuestionaba
la transubstanciación. Magistral pedagogía de la Iglesia que, al mismo tiempo
que enaltece el misterio eucarístico, denuncia el error que se le opone.
Para la liturgia del Corpus Christi, Santo Tomás de Aquino compuso hermosos
himnos que aún se rezan en la Misa y en la Liturgia de las Horas de ese día.
Veamos en breve síntesis, como se dio milagro de Bolsena. Corría el año
1263. Un clérigo de Bohemia que pasó a ser conocido como Pedro de Praga, estaba
peregrinando a Roma. En el viaje, se detiene en Bolsena, localidad de la región
del Lacio, Italia, para celebrar su Misa, aunque abrigara dudas sobre la
presencia real en la Eucaristía. Sucedió que cuando elevó la Hostia consagrada,
ésta comenzó a emanar gotas de sangre en abundancia, humedeciendo el corporal y
llegando a caer en el suelo, lo fue presenciado por numerosos fieles que
asistían a la Misa y expresaban su emoción. El celebrante se llenó de temor y
disipó sus dudas sobre la transubstanciación.
Inmediatamente informaron a Urbano IV que estaba en la ciudad vecina de
Orvieto, y este mandó al obispo del lugar para comprobar la veracidad del
hecho. Constatado el portento, se organizó una procesión llevando el corporal a
la presencia del Pontífice que le salió al encuentro y arrodillándose exclamó:
¡Corpus Christi! Luego introdujo la reliquia en la catedral de Orvieto y mandó
que fuese edificada en Bolsena una iglesia en honra de la Preciosa Sangre.
En el siglo XVI, el artista Rafael Sanzio ejecutará una enorme pintura
mural que se visita en los Museos Vaticanos, “La Misa de Bolsena”; una
glorificación del milagro que es considerada la obra maestra de Rafael como
pintor de frescos.
El fallecimiento de Urbano IV en 1264, dificultó un tanto el establecimiento de la fiesta en la Iglesia. Pero el Dios eterno tiene sus “tiempos”. Más tarde, Clemente V tomó el asunto en manos y en el Concilio de Viena (1311) ordenó la adopción de la fiesta con un nuevo decreto. Su sucesor, Juan XXII, instó también su observancia. Y la Solemnidad fue haciendo su camino.
Posteriormente, las procesiones eucarísticas fueron incentivadas por los
Papas Martín V y Eugenio IV. Mas tarde, el Concilio de Trento las oficializó
por calles, a ser hechas con pompa y cánticos apropiados, para que el Santísimo
reciba el homenaje de los fieles, de los ciudadanos en general y de sus
autoridades, tanto eclesiásticas como del Estado y de las fuerzas vivas de la
sociedad.
Hasta no hace mucho tiempo atrás, en varios lugares veíamos con toda
naturalidad mandos civiles y militares con sus insignias características en el
Corpus, lo que contribuía para el brillo de la celebración, aunque el gobierno
local fuese aconfesional. Es que aún no se profesaba esa laicidad que importa
en hostilidad al catolicismo; porque una cosa es indiferencia o equidistancia,
otra muy diferente es discriminación y oposición… Aún hoy, en ciudades como la
histórica Toledo en España, la procesión del Corpus siempre se realiza con
representantes del Estado, de Fuerzas Militares y de organismos de la sociedad
civil, sin contravenir las leyes vigentes ni molestar a nadie.
Como conclusión, reproducimos la parte del documento de la Congregación
Romana para el Culto Divino “Directorio sobre la Piedad Popular y la
Liturgia” del año 2002 que trata de la celebración del Corpus:
162. La procesión de la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo es, por
así decir, la "forma tipo" de las procesiones eucarísticas. Prolonga
la celebración de la Eucaristía: inmediatamente después de la Misa, la Hostia
que ha sido consagrada en dicha Misa se conduce fuera de la iglesia para que el
pueblo cristiano dé un testimonio público de fe y de veneración al Santísimo
Sacramento. Los fieles comprenden y aman los valores que contiene la procesión
del Corpus: se sienten "Pueblo de Dios" que camina con su Señor,
proclamando la fe en Él, que se ha hecho verdaderamente el "Dios con
nosotros".
Con todo, es necesario que en las procesiones eucarísticas se observen las
normas que regulan su desarrollo, en particular las que garantizan la dignidad
y la reverencia debidas al Santísimo Sacramento; y también es necesario que los
elementos típicos de la piedad popular, como el adorno de las calles y de las
ventanas, la ofrenda de flores, los altares donde se colocará el Santísimo en
las estaciones del recorrido, los cantos y las oraciones muevan a todos a
manifestar su fe en Cristo, atendiendo únicamente a la alabanza del Señor (…).
En años recientes, las calles de nuestras ciudades y pueblos no vieron la
procesión del Corpus; por razones sanitarias la gente debía mantener el
distanciamiento social y recluirse en su casa, mientras el Señor también
permanecía “recluso” en los sagrarios, solo, sin adoradores.
La persona humana es una unidad, alma y cuerpo. Preocuparse solo del cuerpo y descuidar la salud del alma, es otra forma absurda de “laicismo”…
Por Padre Rafael Ibarguren, Heraldos del Evangelio
Consiliario de Honor de la Federación Mundial de las Obras Eucarísticas de la Iglesia
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