[...] III – “¡Mane nobiscum, Domine!”
Sublime fue la convivencia de Jesús con los discípulos de Emaús; sin embargo, ellos solamente lo reconocieron cuando bendijo y partió el pan. ¡Cuánto más feliz es nuestra situación al acercarnos con fervor a la Eucaristía: no vemos al Señor, pero lo reconocemos y amamos!
Recibir
la comunión significa un colosal privilegio, del cual ningún justo del Antiguo
Testamento se benefició. Abrahán, Isaac, Jacob, Moisés, David, Gedeón y otros
tantos estarían dispuestos a resucitar y enfrentar nuevos sufrimientos en la
tierra para comulgar ¡una vez al menos!
El Señor afirmó: “El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14, 23). Cuando Jesús Sacramentado entra en un alma, ya no desea salir. Más aún, a ejemplo del Evangelio de hoy, espera nuestra petición para
permanecer con nosotros.
permanecer con nosotros.
Además, nos corresponde a nosotros tomar todos los cuidados a fin de que no se marche. Para ello, debemos evitar las ocasiones de pecado y rezar. Mucho nos ayudará también conversar sobre temas elevados, relacionados con la religión, la eternidad, el Cielo.
Jesús con los discípulos de Emaús |
La Eucaristía es el mejor remedio para quien se siente flaco en la fe, la más abundante fuente de ánimo para los que quieren atravesar incólumes los períodos de aridez. Sepamos buscar al Señor y suplicarle que encienda llamas de amor en nuestro corazón: “¡Mane nobiscum, Domine!”, ¡quédate con nosotros! No nos permitas tomar el camino de Emaús. Y si algún día, sordos a la gracia, nos desviamos, búscanos como lo hiciste con los discípulos que hoy considera la liturgia.
Tú que eres la Sabiduría, penetra con tus luces en cada uno de nosotros, dándonos una fe ardiente en todo lo que la Iglesia nos muestra y el Espíritu Santo sopla en nuestras almas”.
(CLÁ DIAS, Monseñor João Scognamiglio In: “Lo inédito sobre los Evangelios”, Vol. I Editorial Editrice Vaticana).
Fuente: Revista Heraldos del Evangelio, abril de 2020.