¿De dónde viene la costumbre particular, de pedir a San Blas la cura de las enfermedades de la garganta? Invitamos al lector a revivir los hechos maravillosos de la vida de este mártir de los primeros tiempos del cristianismo, en los cuales encontrará el origen de la poderosa intercesión de San Blas.
El 3 de febrero recordamos la vida de San Blas, venerado desde Oriente hasta Occidente, que nació en Armenia, en el siglo III, fue médico y obispo en Sebaste. Como doctor, usaba sus conocimientos para rescatar la salud, no sólo del cuerpo, sino también del alma, pues se ocupaba de la evangelización de sus pacientes.
Murió en el 316.
Cuando las persecuciones comenzaron bajo el Emperador Diocleciano (284 – 305).
San Blas huyó a una caverna donde cuidó algunos animales salvajes. Años más
tarde, fue encontrado por cazadores que lo llevaron preso hasta el gobernador
Agrícola, de Capadocia, en la baja Armenia, esto mientras seguían las
persecuciones del Emperador Licinius Lacianianus (308-324). San Blas fue
torturado con hierros candentes y después fue decapitado.
La costumbre de
bendecir las gargantas en su día continúa hasta hoy, las velas se utilizan en
las ceremonias conmemorativas. Son utilizadas para recordar el hecho que la madre
de un niño curado por San Blas, las llevaba para él a la prisión.
En la liturgia de la Iglesia Católica San Blas es representado con velas en las
manos y frente a él, una madre cargando un niño con la mano en la garganta,
como para pedirle una cura. Desde allí se originó la bendición de la garganta
en su día.
* * * * * * *
A los pies de una
montaña, en una gruta, en los campos de Sebaste, en Armenia, vivía un hombre
puro e inocente, dulce y modesto. El pueblo de la ciudad, movido por las
virtudes del Santo Varón, inspirados por el Espíritu Santo, lo escogió como
Obispo. Los habitantes de la ciudad y hasta los animales, iban en su búsqueda
para obtener el alivio de sus males.
Un día, los soldados
de Agrícola, gobernador de Capadocia, buscaban fieras y bestias en los campos
de Sebaste, para martirizar a los cristianos en la arena, y se encontraron a
muchos animales feroces de todas las especies: leones, osos, tigres, hienas,
lobos y gorilas conviviendo en la mayor armonía. Mirando estupefactos y
asombrados, se preguntaban qué era lo que ocurría, cuando de una negra gruta
surgió, de la oscuridad a la luz, un hombre caminando entre las fieras,
levantando la mano, como bendiciéndolas. Tranquilas y en orden regresaron para
sus cuevas y lugares de donde vinieron.
Un enorme león de
melena rubia permaneció en el lugar. Los soldados muertos de miedo, lo vieron
levantar una pata y poco después, San Blas se aproximó para extraerle una
astilla que tenía clavada. El animal, tranquilo, se fue.
Al enterarse del
hecho, el gobernador Agrícola ordenó capturar al hombre de la caverna. Blas fue
puesto preso sin la menor resistencia.
Al no conseguir doblegar
al santo anciano, que rechazó adorar a los ídolos paganos, Agrícola ordenó
castigarlo con latigazos y que después lo encerrasen en la más negra y húmeda
de las mazmorras.
Muchos iban en
búsqueda del Santo Obispo, que los bendecía y curaba. Una pobre mujer lo buscó,
afligida, con su hijo en brazos, casi estrangulado por una espina de pez que le
atravesaba la garganta. Conmovido por la fe de aquella pobre madre, San Blas
pasó su mano por la cabeza del niño, levantó sus ojos, rezó por un instante,
hizo la señal de la cruz en la garganta del niño y pidió a Dios que lo ayudase.
Poco después, el niño estaba curado del mal que lo afligía.
En varias ocasiones
el santo fue llevado delante de Agrícola, pero siempre perseveraba en la fe de
Jesucristo. En represalia era torturado. Movido por su fidelidad y amor a
Nuestro Señor Jesucristo, San Blas curaba y bendecía. Siete mujeres que
cuidaron sus heridas – provocadas por los suplicios de Agrícola – fueron
también castigadas. Después el gobernador fue informado que ellas habían
lanzado sus ídolos al fondo de un lago cercano, y mandó matarlas.
San Blas lloró por
ellas y Agrícola, enfurecido, lo condenó a muerte, decretando que lo lanzasen
al lago. Blas hizo la señal de la cruz sobre las aguas y avanzó sin hundirse. Las
aguas parecían un camino bajo sus pies. En medio del lago se detuvo y desafió a
los soldados:
– ¡Vengan! ¡Vengan y
pongan a prueba el poder de sus dioses!
Varios aceptaron el
desafío. Entraron al lago y se hundieron al instante.
Un ángel del Señor
apareció al buen Obispo y le ordenó que regresase a tierra firme para ser
martirizado. El gobernador lo condenó a la decapitación. Antes de presentar su
cabeza al verdugo, San Blas suplicó a Dios por todos aquellos que lo habían
ayudado en el sufrimiento y también por aquellos que le pedirían ayuda, después
que él hubiera entrado en la gloria de los cielos.
En aquel instante,
Jesús apareció y le prometió concederle lo que pedía.
Murió San Blas en
plena época de ascensión del Cristianismo, en Sebaste, el 3 de febrero. Era
natural de Armenia.
Entre los milagros
que rodearon la vida de este gran santo, hay uno que llama particularmente la
atención: su dominio sobre los animales salvajes, que, en la compañía del
santo, se tornaban mansos como corderos. ¿Cuál es el sentido de este hecho?
En el Paraíso
Terrenal, antes del pecado original, Adán y Eva tenían poder sobre los
animales, que vivían en armonía con el hombre y lo servían. Como castigo del
primer pecado, que fue una rebelión contra Dios, la naturaleza se reveló contra
el violador del orden y los animales comenzaron a hostilizar al hombre.
Por el apaciguamiento
que San Blas operaba en los animales salvajes, quiso Dios mostrar a los
pecadores el poder de la virtud, que ordena hasta la naturaleza indomable de
las fieras.
Hoy en día, la
humanidad llora bajo el peso del caos, provocado por el pecado. Y los hombres
practican actos de ira nunca antes vistos. Busquemos la solución para el
desorden del mundo en la Ley de Dios. Por la fuerza de la virtud, no sólo los
hombres, sino incluso la propia naturaleza entrarán en orden. Y entonces, ¿qué
maravillas surgirán de una sociedad, donde todos practiquen el bien y amen la
verdad?
Fuente: San Blas, obispo y mártir
Aviso: Los Heraldos del Evangelio (Montevideo) realizarán este
miércoles 3 de febrero la popularmente conocida “bendición de las gargantas” en
su capilla. Por más información comunicarse con el WhastApp: +598 91 059 438.
Se autoriza su publicación citando la fuente.
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