Pocos años después del nacimiento de Luis IX, monarca y santo francés, este estaba recibiendo instrucciones sobre las verdades de la fe de su madre, Blanca de Castilla. En cierto momento de la conversación, Blanca le dijo al niño: “Hijo mío, te quiero mucho y por eso te digo: ¡nunca, nunca! cometer un pecado mortal. Preferiría verte muerto delante de mí que ser testigo de esta horrible ofensa cometida contra Dios”.