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martes, 20 de diciembre de 2022

Monseñor Jacinto Vera, un “acorazado” de la fe

 

Los uruguayos, especialmente los católicos, fuimos gratamente sorprendidos el pasado sábado 17 de diciembre con la feliz noticia que la Santa Sede había reconocido el milagro operado por Monseñor Jacinto Vera, que llevará a los altares al primer obispo del Uruguay. Podríamos decir que es un regalo adelantado del Niño Dios que nos da en este tiempo próximo a la Navidad.

¿Cuál es el milagro?

El milagro reconocido por el papa Francisco es la curación rápida, duradera y completa de una niña de 14 años ocurrida el 8 de octubre de 1936. La niña se llamaba María del Carmen Artagaveytia Usher, hija del Dr. Mario Artagaveytia, reconocido médico cirujano, y de Renée Usher. Después de una operación de apendicitis sufrió una infección que se fue agravando hasta llegar a una situación desesperada. Los mejores médicos de la época la atendieron, recordemos que no existía aún la penicilina. La niña sufría fuertes dolores.

Un tío, Rafael Algorta Camusso, le lleva una estampa con una reliquia del siervo de Dios Jacinto Vera y le pide a la niña que se la aplique a la herida y que tanto ella como su familia recen con toda confianza por la intercesión del siervo de Dios. Esa misma noche cesan los dolores, se acaba la fiebre y a la mañana siguiente la niña se sentía completamente bien. La curación fue rápida y completa, científicamente inexplicable, comprobada por su padre y por el médico que la atendía el Dr. García Lagos. María del Carmen Artagaveytia vivió hasta los 89 años, falleciendo en 2010.

En 2017 se retomó el estudio de este caso, que había sido presentado al poco tiempo de la curación. Se realizó un exhaustivo informe médico, que luego fue analizado por una junta médica en el Vaticano. Ante el tribunal formado para estudiar el presunto milagro, sus hijos declararon que conocían el hecho desde siempre, por el testimonio de su madre. Aportaron diversos elementos y recuerdos, entre otros, que su madre tuvo toda la vida en su mesita de luz la estampa con la reliquia de Mons. Jacinto Vera que había colocado en su herida.

¿Quién fue Monseñor Jacinto Vera?

Don Jacinto Vera nació el 3 de julio de 1813 en un barco, en el Océano Atlántico, frente a las costas de Brasil, cuando su familia se dirigía a Uruguay desde las Islas Canarias. De joven trabajó en el campo con los suyos, en Maldonado y en Toledo. Descubrió su vocación a los 19 años. Incorporado al ejército fue licenciado por el Gral. Oribe para que pudiera continuar sus estudios sacerdotales. A falta de formación en Uruguay, se trasladó a Buenos Aires para estudiar. Celebró allí su primera misa, el 6 de junio de 1841.

Teniente cura y luego párroco de la Villa de Guadalupe de Canelones durante 17 años. Fue nombrado vicario apostólico del Uruguay el 4 de octubre de 1859; consagrado obispo en la Iglesia Matriz de Montevideo el 16 de julio de 1865. Participó del Concilio Vaticano I en 1870. Primer obispo de Montevideo desde el 13 de julio de 1878.

Murió durante una misión que realizaba en Pan de Azúcar, el 6 de mayo de 1881.

Estatua de Mons. Jacinto Vera en su sepultura. Catedral de Montevideo.

Durante los 22 años que ejerció primero como vicario apostólico y después como obispo, transformó la vida católica en el Uruguay, y contribuyó como pocos al bienestar de la Nación. Su vida se caracterizó por un indómito espíritu misionero.

La importancia del reconocimiento del milagro

La Iglesia para iniciar el proceso de canonización de un venerable, cuyo primer paso es la beatificación, pide como requisito que el candidato o candidata a llegar a los altares, debe haber hecho al menos un milagro comprobado. Una vez reconocido ese primer milagro, se procede a la beatificación.
Ahora bien, ¿quién es un beato o bienaventurado? El término beato significa feliz (del latín beatus) o bienaventurado. La Iglesia nos enseña que los beatos ya gozan en el cielo de la presencia de Dios e interceden por nosotros peregrinos aún en este mundo. La beatificación es el último paso previo a la canonización, es decir a ser declarado santo.

El beato llega al “honor de los altares”, sus imágenes pueden ser veneradas en las Iglesias, se celebra su memoria litúrgica, es decir, que habrá un día en el año en que será su fiesta (en general el día de su muerte, llamado dies natalis) donde en la misa y otras celebraciones del día se lo recordará especialmente, como se hace con los santos.

Un verdadero “acorazado” de la fe

Décadas atrás, alguien viendo por primera vez la fotografía del Venerable Jacinto Vera exclamó: “¡Es un verdadero ‘acorazado’ * de la fe! Dotado de una gran astucia que sabe donde pone el pie; y ciertamente debe haber tenido y, quizá hoy día, tenga aún aquellos que no simpatizan con su personalidad tan categóricamente católica y misionera.

Por mi parte me sentiría muy bien si tuviera que tratar con él. También me siento naturalmente movido a rezarle y pedirle favores y gracias. Además, me encargaré de recomendar junto a mis cercanos que se difundan estampitas con su fotografía y se haga conocida su historia. Igualmente para aquellos que se sientan inspirados, tengan un cuadro suyo en un lugar de destaque en sus hogares, etc.”

Fuente: Heraldos del Evangelio - Uruguay

Se autoriza su publicación citando la fuente.

Positio (proceso de beatificación) de Mons. Jacinto Vera, que se puede descargar desde el siguiente enlace:
https://drive.google.com/drive/folders/0ByAEfdYSsNPXa2NxMnY1Y2VmN28?resourcekey=0-swlMz9lGVzaoN6IluB-HMQ

Fuentes consultadas:

Jacinto Vera, nuestro obispo gaucho, será beato

Jacinto Vera, nuestro obispo gaucho

Don Jacinto Vera un regalo de Dios a nuestra Iglesia

[Vídeo] Reconocimiento de las reliquias del Venerable Jacinto Vera

* Buque de guerra provisto de una coraza de acero y armado con artillería del máximo calibre y del mayor alcance.

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