Países donde más los católicos van a misa. La importancia de la liturgia bien llevada.
Las estadísticas nos acercan a una determinada realidad, aunque no con una precisión incuestionable cada vez. Cuanto más puntual y simple sea lo que se quiera inquirir – por ejemplo, un censo poblacional — más fiable será el resultado de la encuesta. Pero, si la pesquisa aborda asuntos demasiados genéricos o sutiles, se obtendrán respuestas imprecisas. Las llamadas fake news, tan a la orden del día, cuando no son mentiras descaradas, pueden ser fruto de datos estadísticos falseados.
Este breve exordio nos introduce en el tema de hoy. Un par
de meses atrás, la publicación en línea “InfoCatólica” notició porcentajes de
la práctica de la religión católica en algunos países, recogidos por la “Wordl
Values Survey” (WVS). Concretamente, la información dada era sobre “la
asistencia semanal o más frecuente a Misa entre adultos que se auto identifican
como católicos”.
¿Cuál es la nación en donde los católicos asisten
semanalmente a la Eucaristía en mayor número (contando con un eventual margen
de error)? Es Nigeria, república africana en la cual los católicos representan
apenas el 27 % de la población. Pues bien, de ese porcentaje, el 94 % participa
de la Eucaristía cada semana. Es un magnífico testimonio en un pueblo valiente
que ha sido muy golpeado por graves crisis de diversas índoles. Como se sabe,
Nigeria es un país en vías de franco desarrollo y lleno de potencialidades.
En países dichos “desarrollados”, de raíces cristianas y con
relativa estabilidad social como los de Europa occidental, los católicos son
poquísimo afectos a la Misa semanal: En Austria va a Misa el 17 %; en Suiza el
11 %, en Países Bajos 7 %. Si el cumplimiento del precepto dominical es tan
escaso ¡cuán inferior aún será el número de adoradores eucarísticos! Tristes
tiempos son estos, en que las sociedades enfermas descuidan el remedio sanador.
Nigeria y otros sitios donde la asistencia a Misa es
considerable – como en Kenia, en que acude el 73 % de los católicos, en el
Líbano el 69 %, en Filipinas el 56 % o en Colombia el 54 %, etc., – son lugares
privilegiados para incentivar el apostolado eucarístico a través de la
catequesis, la adoración perpetua y nocturna, las horas santas, los Jueves
eucarísticos, las hermandades y cofradías del Santísimo, etc., instituciones
que fueron pujantes hasta no hace mucho tiempo. Hoy en día algunas ya no están,
otras languidecen, mientras las hay que florecen admirablemente. Es el caso,
por ejemplo, de la adoración en capillas ad hoc instaladas en los templos
parroquiales.
Dificultades
en la vida y práctica religiosa
Hay una cierta correlación entre la práctica religiosa, por
un lado, y las dificultades que al fiel le toca enfrentar en el contexto
social, por el otro. En una sociedad de consumo caprichoso, las personas son
tendientes a descuidar los compromisos bautismales, dejándose ganar por la
mentalidad relativista. En cambio, en lugares donde los católicos padecen
privaciones y enfrentan obstáculos, la observancia del deber religioso se hace
más apremiante. Porque suele ocurrir que, agredidos con un entorno hostil,
pasen a apetecer lo sobrenatural y se de en ellos una floración de la Fe.
La
importancia de una liturgia bien llevada
Cabe aquí otra consideración dolorosa. La desafección por la
Misa dominical y por el culto eucarístico en general, a menudo se debe al
descuido que campea en ciertas ceremonias litúrgicas por la forma expeditiva y
vulgar con que son hechas. Sí, lastimosamente hay lugares en que la trasgresión
de las normas que deben pautar las celebraciones llega a ser chocante y el
resultado es que los fieles se alejan y algunos hasta pasan a frecuentar cultos
de otras religiones.
Mucho se habla de adaptar la evangelización a las culturas
originarias de los pueblos, asunto siempre delicado por las derivas a que puede
prestarse. En ese sentido, conocí por dentro una malograda experiencia en el
oriente ecuatoriano que apostaba a “amazonizar” el cristianismo, entre otras
cosas idealizando las costumbres de los indígenas. Estos, más deberían
instruirnos sobre sus valores atávicos que acoger la Buena Nueva del Evangelio;
un verdadero despropósito. La asistencia semanal a Misa allí era insignificante
y el sacerdote era como “uno más”, descuidando sus deberes ministeriales.
En cambio, apóstoles exitosos del Evangelio fueron los
jesuitas en los siglos XVII y XVIII junto a los indios guaraníes a quienes
supieron transmitir la Fe y la cultura cristiana. Pero no se puede decir con
propiedad que aquellos misioneros hayan “guaranizado” el Evangelio; lo
presentaron con las adaptaciones pastorales necesarias, sin desvirtuarlo. Las
crónicas describen cuánto las Misas, procesiones de Corpus y otras ceremonias
religiosas, acompañadas con instrumentos musicales y coreografía, eran
cautivantes, muy concurridas e impregnadas de solemnidad, piedad y alegría.
Desconozco como sean las celebraciones eucarísticas en
Nigeria. Lo que es seguro es que los católicos de ese país tienen sed de Dios…
como la tienen tantos otros en el mundo. Se trata de saciar esa sed sirviéndose
de una sana y respetuosa creatividad que no desentone en nada con la
Revelación, la Tradición y el Magisterio ¡tres tesoros irrenunciables y
fecundos!
Y en Europa, cuna de una esplendorosa cristiandad ¿no se
debe también tener en cuenta el respeto a las raíces originarias? ¿No es ese el
sentido de la “Nueva Evangelización” popularizada por San Juan Pablo II?
Benedicto XVI, ante la multitud de bautizados que no viven su Fe, creó el
Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. Hoy en día,
ese Consejo ya no existe, fue absorbido, junto con la Congregación para la
Evangelización de los Pueblos, por el Dicasterio para la Evangelización creado
por Francisco.
Sea como sea, la solicitud de la Iglesia por sus hijos
alejados será siempre primordial, como ilustra la figura del buen pastor que va
en busca de la oveja perdida, dejando temporariamente las otras noventa y
nueve.
“La liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Cristo”,
enseña el Concilio Vaticano II. Y los fieles tienen derecho a experimentar, a
través de ella, la belleza del misterio cristiano que tiene su cúspide en el
Santísimo Sacramento del Altar.
Por el
P. Rafael Ibarguren, EP
Consiliario
de Honor de la Federación Mundial de las
Obras Eucarísticas de la Iglesia
Fuente: Gaudium Press
Se autoriza su publicación citando la fuente.
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