¿Cómo serán las próximas generaciones? ¿Apáticas? ¿Pegadas a los monitores? ¿Sin emociones ni relaciones humanas? ¿Menos inteligentes?
Resulta expresiva, hasta pintoresca, la identificación de las generaciones que han ido naciendo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta el mundo digitalizado en que nos encontramos.
Una de las denominaciones más difundidas es de “nativos digitales”, los que nacieron después del inicio de esta “era”, y de “inmigrantes digitales”, acuñadas por el escritor norteamericano Marc Prensky en 2oo1. Calificación muy discutida pues argumentan que fueron “inmigrantes” los que hicieron posible la revolución digital y no precisamente los “nativos”. Se defienden los “viejos inmigrantes” afirmando que: una cosa es ser experimentado en el uso de los medios digitales, otra es, el conocimiento de la misma, pues, no por ser “viejo” uno está anclado en el pasado y por ser “joven” se es versado e inteligente.
A
través de los decenios fueron catalogadas las generaciones como: los “baby
boomers” (1949 y 1968), ante quienes – en su tranquilidad social y familiar –
irrumpe la televisión. La radio tenía una presencia que exigía de ellos
imaginación y desarrollo del pensamiento ante lo relatado. Pasaron de la
máquina de escribir al teclado, tras ellos llegan las nuevas generaciones.
Vivieron
fuertes transformaciones, presenciando, unos como activistas, otros como
espectadores, la “revolución de mayo del 68” en París, con sus eslóganes en
grafitis, repercutiendo en el ámbito cultural y religioso. Tuvimos oportunidad
de profundizar en artículo de opinión en La Prensa Gráfica (“Es prohibido
prohibir”, 12-4-2016).
Los ‘nets’
Con
la aparición de Internet surgen los “nets” o “generación net”. Dentro de esta
calificación, general, aparece primeramente la llamada “generación X”
(1969-1980). Coexistían con la televisión en una comunicación unilateral, no
tenían posibilidad alguna de participación. Al surgir los computadores,
comienza una comunicación recíproca. Crecieron en el ambiente digital y los
consideran como un puente generacional entre los de 1960 y 1993,
aproximadamente. Son hijos de los “baby boomers” y padres de los “milennials” o
“generación Y” (1981-1993).
A
las generaciones siguientes se les fueron dando variadas titulaciones: “Y” o
“centennials” (1994-2010) y “Z” o “decennials” (2011). Hiperconectados, todas
sus actividades pasan por intermedio de la pantalla, viven inmersos en lo
digital. En esa “virtualidad”, viven aletargados y refugiados en la inmediatez.
Las fechas generacionales aproximadas, los consideramos como grupos que
comparten una identidad coetánea ante el mundo que les rodea.
En
medio de este maremágnum de calificaciones, también salen a luz los llamados
“gamer”, tomados por los videojuegos; y el singular apodo de “generación muda”,
pues viven del mensaje instantáneo, sin llamadas telefónicas.
Dentro
de este panorama ha comenzado la polémica ante este caminar y dependencia
digital. Muchos se preguntan si, con el correr de los años, ha habido un
aumento en el nivel de inteligencia. Normalmente ocurría, con el pasar del
tiempo, que los descendientes eran más inteligentes que sus mayores. ¿Qué está
ocurriendo hoy?
Temores que se
repiten
Llama
la atención que, cuando apareció la imprenta, se pensaba que los textos
escritos podrían socavar la memoria y la sabiduría de las personas. En el siglo
pasado se consideró una amenaza el nacer de la radio, pues, y con razón,
distraía a los niños en las tareas. Llegada la televisión hubo reacción más
asustadiza. Ésta pareciera caminar a su desaparición sobrepasada por la entrada
en escena de las modernas tecnologías que invaden sigilosamente la vida
cotidiana. Películas, videojuegos, redes sociales, etc., sobre-estimulan las
distracciones, perjudicando la concentración y, como elemental consecuencia, la
memoria.
Han
estudiado, mediante escáneres cerebrales, vínculos entre el uso de la pantalla
y el desarrollo cerebral en niños, mostrando su repercusión en el lenguaje.
Mayor exposición a la pantalla peor lenguaje expresivo, hasta dificultad en la
velocidad en nombrar objetos, repercusión en la plasticidad neuronal, en sus
habilidades vitales, indispensables para su aprendizaje. En resumen: retraso en
el nivel de conocimiento, en el lenguaje, consecuencias socioemocionales y en
el desarrollo intelectual.Padre Fernando Gioia, EP
Adentrándonos
en medio del remolino de esta polémica, algunos afirman que nos estamos
volviendo más tontos. Basados en estudios realizados a través de lo que se
llama de “efecto Flynn”, se descubre que el coeficiente intelectual, que
siempre había ido en aumento desde los años 90, en los últimos veinte años ha
disminuido marcadamente en los países más desarrollados.
El tema del
esfuerzo
Afirman
que internet se ha convertido en una memoria externa, delegando la actividad
cerebral a los aparatos electrónicos. Haciéndose imprescindible para no pocos
al facilitar el trajinar diario de variadas formas. Para movernos ya no nos
esforzamos, un botón nos indica el camino o cambia de canal sin movernos. La
tecnología nos proporciona solución para todo. Información directa, rápida y
breve, pero, sin profundización. Quedamos sumergidos en informaciones y todo
tipo de estímulos. No usamos nuestros propios recursos cerebrales. Somos cada
vez más dependientes. Se desarrolla una, como que, adicción, las personas no
consiguen separarse de su teléfono celular, que mismo apagado, sigue ejerciendo
su influencia.
Un
estudio de la Royal Society for Public Health, afirma cómo las redes sociales
merman nuestras capacidades intelectuales. Tenemos un gigantesco acceso a la
información y nuestras búsquedas se limitan a leer superficialmente. Abrumados
por la sobre-información, disminuye nuestra concentración y reflexión.
La
inteligencia es la capacidad de razonar, planificar, resolver problemas,
pensar, comprender, aprender con rapidez. De generación en generación, según el
llamado “efecto Flynn”, se consideraba que, con el desarrollo social, mejorando
condiciones de vida y educación, aumentaba el coeficiente de inteligencia. Pero
se está notando lo contrario.
El
neurocientífico Michel Desmurget (Lyon, 1965), director de investigación en el
Instituto Nacional de la Salud de Francia, con datos duros y contundentes,
muestra cómo los dispositivos digitales están afectando gravemente al
desarrollo neuronal de niños y jóvenes.
Hay
una disminución en la calidad y cantidad de interacciones intrafamiliares,
fundamentales para el desarrollo del lenguaje y emocional; va desapareciendo el
tiempo dedicado a otras actividades más enriquecedoras (tareas, música, arte,
lectura, etc.); el sueño mengua repercutiendo en la atención y retención; la
concentración se hace difícil, repercutiendo en el aprendizaje, el cerebro no
consigue desplegar sus capacidades.
Hace
más de diez años, Nicholas Carr, escritor estadounidense, se preguntaba si esta
situación nos estaba volviendo más estúpidos. Lo tildaron de exagerado. Autor
del libro “Superficiales: lo que internet está haciendo con nuestras mentes”,
afirma: “El uso de esta tecnología tiene grandes repercusiones mentales porque
nos roba nuestra atención, y eso hace que pensemos más deficientemente. Se
están perdiendo habilidades como la contemplación, la reflexión, la introspección”
(BBC News Mundo 4-2-2021).
¿Cómo
serán las próximas generaciones? Será una generación de apáticos, pegados a los
monitores, sin emociones ni relacionamiento humano. Pasaron de hablar a
teclear, quedaron “mudos”.
Regulemos el uso de la tecnología en los más pequeños y, por qué no, los grandes también procedan a ello. So pena de…
Fuente: Gaudium Press
Se
autoriza la publicación citando la fuente.
[El padre Fernando Gioia, EP pertenece a los Heraldos del Evangelio]
Comentarios o consultas en: notaseinformaciones@gmail.com o whatsapp: +598 91642241
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