Las reliquias de los
santos constituyen una fuente de piedad para todos los cristianos, siendo
objeto de veneración, al tratarse de restos de aquellos que ya gozan de la
gloria eterna.
Las reliquias
La religiosidad popular cuenta con varias fuentes de inspiración para encontrarse a sí misma. Una de ellas, y de no poca relevancia, son las reliquias de los santos y, de modo particular, las reliquias de Nuestro Señor Jesucristo.
El Catecismo
de la Iglesia Católica dedica su punto 1674 a la religiosidad popular, y señala
que “El sentido religioso del pueblo cristiano ha encontrado, en todo tiempo,
su expresión en formas variadas de piedad en torno a la vida sacramental de la
Iglesia: tales como la veneración de las reliquias (…)”, citando como fuentes
el concilio de Nicea II y el de Trento.
Ciertamente cualquiera puede inspirarse en una
reliquia para llegar a Dios.
Resulta muy gráfico, y nos ayuda a comprender el
valor de lo que usó Jesús, el pasaje de la mujer aquejada de una grave
enfermedad pero que pensó que con tocar la ropa del Mesías quedaría curada.
Cuenta el evangelista que Jesús la curó, premió su fe demostrada por el hecho de
que pensara que tocando la ropa del mismo Dios hecho hombre quedaría curada.
Este suceso evangélico y otros similares, así como la
consideración de la grandeza del hecho de que Dios se hiciera uno de nosotros,
llevaría a tener por santos esos objetos usados por Jesús, a darles un carácter
de “mediadores” entre la santidad divina y las necesidades de las almas en este
mundo.
¿Qué son las
reliquias en la Iglesia Católica?
Son los restos de los santos –y de Nuestro Señor
Jesucristo– después de su muerte. En un sentido más amplio, constituyen el
cuerpo entero o cada una de las partes en que se haya dividido. Las reliquias
también comprenden los ropajes y objetos que pudieran haber pertenecido a Jesús
o al santo, o haber estado en contacto con ellos, considerados dignos de
veneración.
Desde principios del cristianismo encontramos
muestras de veneración a las reliquias: los objetos relacionados con la vida de
nuestro Salvador y de los que habrían muerto por la fe como consecuencia de las
persecuciones comenzaron a conservarse y a tenerse en gran estima.
De otro lado, el culto a las reliquias ha sido
siempre un fenómeno de gran importancia social, económica y cultural. Por el
atractivo que han suscitado durante tantas y tantas generaciones. Los lugares
donde se han conservado reliquias han adquirido una especial relevancia para el
turismo religioso y la piedad popular.
El culto a las
reliquias
Desde los inicios del cristianismo el cuerpo ha sido
venerado, tanto por el hecho de proceder a su enterramiento, con esa componente
de respeto hacia lo creado por Dios para albergar el alma, como por el hecho de
contar la historia con casos de cuerpos milagrosamente incorruptos de ciertos
santos que han llevado a venerarlos como algo sagrado.
En el caso de Nuestro Señor podemos referirnos a su
santa sangre, que, según veremos en otro artículo, se conserva como reliquia y
suscita gran interés y devoción.
Igualmente, como decíamos, aquello que usaron quienes
serían proclamados santos, y por supuesto lo que usó Nuestro Señor, despertaría
la admiración y piedad en los creyentes.
Durante el período de persecuciones en el nacimiento
de la Iglesia, el culto a las reliquias estaba totalmente arraigado. Muchos
hacían lo imposible por conseguir una reliquia. Se llegaban a pagar ingentes
cantidades de dinero por el cuerpo de un mártir o por sus utensilios.
Y, como tantas veces sucede en la historia de la humanidad, surgieron disputas e incluso altercados entre ciudades con motivo de la detentación de reliquias.
Hueso de Santa Rosa de Lima |
Las reliquias y la
liturgia
Poco a poco fue ligándose la reliquia al sacrificio
eucarístico, hasta el punto de que en los primeros tiempos del cristianismo se
celebraba la santa Misa sobre los restos de los mártires santos que habían
derramado su sangre por el Reino de los cielos. De hecho, las primeras
basílicas construidas después de las primeras persecuciones fueron erigidas
encima de las criptas donde yacían los cuerpos de los mártires. Más tarde,
algunos de estos cuerpos fueron trasladados a las ciudades para depositarlos en
templos construidos ad hoc para ello.
Se llegaron a depositar los cuerpos de los santos a
modo de reliquia en las puertas de las iglesias: los fieles los besaban antes
de entrar. Otro lugar donde se conservaban era en oratorios privados y a veces
incluso en casas particulares.
Hubo un momento en que comenzó la práctica de fragmentar los cuerpos de los santos y cuanto usaron para repartirlo entre las diversas comunidades cristianas. Muchos sostenían que, por pequeño que fuera el fragmento, mantenía su virtud y sus facultades milagrosas.
Foto superior: Reliquias de Santa Teresa de Calcuta, exhibidas para la veneración pública, en un relicario.
Gracias por publicar esta información. Generalmente las personas -por ignorancia- no le damos la merecida veneración a las reliquias de los santos. También hay una campaña malintencionada para desinformar al respecto, diciendo que se trata de idolatría, etc.
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