“Hay
sí, varios milagros eucarísticos. Hoy trataremos de uno donde queda patente el
poder de Dios manifestándose en horas especialmente trágicas…”
La Eucaristía es un milagro esplendoroso y permanente. Cuando se habla de “milagros eucarísticos” – los hay muy impresionantes: hostias consagradas que sangran, que fulguran, que resisten al fuego, al agua, al tiempo… – habría que colocar, en primer lugar, a la propia transubstanciación que es la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor.