domingo, 24 de octubre de 2021

Prudencia y radicalidad: ¿una contradicción? - Parte I

A lo largo de su vida pública, Nuestro Señor enfrentó grandes conflictos y luchas contra los errores de su tiempo, con miras a ser un ejemplo para todos los siglos. ¿Cuál es hoy la actitud católica ante los errores de nuestro tiempo: la condescendencia o la intolerancia?

A menudo, cuando nos deparamos a una determinada situación decisiva, nos enfrentamos a pensamientos como: “juzgue bien”, “analice bien” o “sea prudente”.

Sin embargo, ¿qué es la prudencia?

Ella puede ser entendida como una cualidad que se adquiere a través de un razonamiento sólido y excelente, especialmente en circunstancias decisivas, cuando se es capaz de distinguir cuáles son las consecuencias favorables o desfavorables para el sujeto. Como resultado, los argumentos son razonables, las palabras acertadas, e incluso los gestos más pequeños se regulan con la debida cautela, evitando posibles desacuerdos, desaveniencias y confusiones que puedan resultar desfavorables.

Sin embargo, se podría decir que esto se aplica más propiamente a ciertos hechos en los que se presenta un error de manera clara o encubierta, o en aquellos casos en los que se demuestra que las ideologías se han desviado de la verdad. En estos momentos, según una concepción unilateral, la “prudencia” siempre parece desaconsejar atacar o denunciar las faltas y deficiencias de los demás. Por tanto, meterse en dificultades o ser demasiado exigente no son actitudes de un hombre prudente; cuando no habría necesidad de exponerse con palabras duras y severas, generadoras de discordia, optando por el camino del diálogo. Después de todo, todo entra en orden con palabras suaves y llenas de gracia…

¿Es este realmente el significado auténtico de la prudencia?

Santo Tomás de Aquino, basado en Aristóteles, define la prudencia como “la recta razón del actuar, [1] de aquello que debe hacerse” [2]. Él explica que es una virtud que permite al hombre razonar sobre los medios buenos y útiles para la consecución de un determinado fin bueno [3]. Como afirma el Aquinate, cualquier falla que exista en relación a la realización de este fin será soberanamente contraria a la prudencia; pues, como el fin es, en todo orden de cosas, lo más importante, así el fracaso con respecto al fin es muy malo. [4]

Sin embargo, el relativismo reina más que nunca en nuestro tiempo. Para el establecimiento de una supuesta “paz mundial”, se cree que los medios para lograr este orden, este consenso y entendimiento entre todos los hombres, obligan a permitir y ceder en la mayoría de los casos a ciertos errores y fallas, y, por lo tanto, a “condescender con el mal” en beneficio de esta tan ansiada “paz”.

¿Es este el camino que debe recorrer el católico?

[ ...continuará en la Parte II]

Por Guilherme Motta

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[1] Recta ratio agibilium.

[2] TOMÁS DE AQUINO. Comentario a la Ética a Nicómaco de Aristóteles liv. VI, lec. IV, 852. Navarra: EUNSA, 2010, p. 372.

[3] Cf. S. Th. II-II, q. 47, a. 4. In: Ibid. Suma Teológica. São Paulo: Edições Loyola, 2005, v. 5, p. 591-592.

[4] Cf. S. Th. II-II, q. 47, a. 1. In: Ibid., p. 587.

Fuente: Heraldos del Evangelio - Uruguay

Se autoriza su publicación citando la fuente.

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